De aquelarres, muertes, realities y familias

 


Hace más de un año que no pasaba por aquí. Ni siquiera acabo de tener claro a qué dedicar este blog que inventé con una intención, la de reflexionar sobre la profesión periodística, y que ha ido convirtiéndose en una especie de cajón de sastre, repleto de retales deshilachados e inconexos.
Por eso no me ha importado volver para reflexionar sobre un asunto que poco o nada tiene que ver con el ejercicio del periodismo. O sí.

Se me ha ocurrido pensar hoy en dos historia que he conocido a través de los medios de comunicación. La primera hablaba de las declaraciones del obispo de Córdoba sobre la reproducción asistida  y el respaldo que a semejante dislate ofrece la doctrina del Instituto Pontificio de la Familia. La segunda tenía que ver con la muerte de un hombre y las declaraciones del arzobispo de Tánger al respecto.  En un caso y en otro, los sujetos de la acción eran representantes de la Iglesia católica. En una historia y en otra, el asunto de la noticia tenía que ver con la familia. En ambas historias, la infancia aparecía como el valor máximo que debe ser protegido. Y, sin embargo, ¡qué enorme diferencia!

Hace años escuché a alguien argumentar que los obispos y jerarcas de la Iglesia católica vivían en una especie de show televisivo en el que tenían que competir para alcanzar la fama e ir escalando posiciones camino del Vaticano. Declaraciones como las que acostumbra a hacer el obispo de Córdoba servían de ejemplo perfecto. ¿Queda alguien en el país que no conozca a Demetrio Fernández? Cuando oí ese argumento me pareció exagerado, pero en las últimas semanas me he visto repitiéndolo en más de una ocasión.

Y si aceptáramos que algunos representantes de la Iglesia buscan la fama a golpe de titular ¿no sería esperanzador pensar que fueran personas como el Arzobispo de Tánger quienes ganaran esa especie de reality show de la curia? 

Ojalá (etimológicamente  in sha'a Allah)