Periodismo de fiesta

24 de enero. De nuevo la profesión con más agnósticos y descreídos por metro cuadrado celebra el día de su patrón: San Francisco de Sales. A mí, la verdad, este año me ha dado por quedarme en casa. Sinceramente no creo que el periodismo esté para fiestas.
La profesión periodística agoniza entre EREs, cierre de medios y muy pocas ideas. Salvando honrosas excepciones que es posible encontrar en la red, los grandes medios de comunicación y muy especialmente la prensa local -tan necesaria por cercana- no parecen haberse enterado de que el mundo se mueve bajo sus pies. No hablo de las redacciones. En ésas bastante tienen con llegar a final de mes y trabajar entre tanta precariedad. Hablo de los despachos, de los gestores de medios.
¿Hay un sector menos innovador que el periodístico? Yo, honestamente, lo dudo. La única novedad que he logrado ver en la prensa escrita - la más amenazada por la caída del mercado publicitario- es que en lugar de la vajilla ahora te regalan ebooks y tablets para regocijo de los quiosqueros con vocación de mercaderes de bazar. En la radio los cambios parecen limitarse a fichar estrellas y reinonas de programas a golpe de talonario. Y de la tele, si me lo permiten, no hablo, que me salen ronchas.
Con este panorama, con redactores que sueñan con ser mileuristas, con una opinión pública que ha decidido elevar a lo altares a eso que llaman periodismo ciudadano como si tal cosa existiera dando crédito a indocumentados y charlatanes... Con todo esto, hoy, 24 de enero, me quedo en casa.